Publicado en la revista Radiología Vol.48 Núm. 05
Por el Profesor Fernando Solsona a Catedrático de Radiología y Medicina Física
Tras casi 4 semanas de luchar denodadamente (como siempre lo hizo en su vida) contra una gravísima pancreatitis, falleció en Barcelona, el Dr. José María Rius Chornet, el más conocido e importante radiólogo vascular de España, maestro con muchos discípulos que hoy lloran su muerte, como lo hace el firmante de estas líneas, no obstante, militar en parcelas muy diferentes de la Radiología, pero con afinidad de espíritu en el significado y futuro de nuestras respectivas ramas y de la Radiología toda.
José Mª Rius, nacido en 1938 en el antiguo Reyno de Valencia, se había formado en el Hospital Ait-Idir de Argel con Djalali Rahmouni y más tarde con el maestro de éste y maestro también de la Radiología de lengua francesa, Claude Hernández, cuando llevaba poco tiempo instalado como gran patrón del Hospital de la Croix Rouge de París.
Terminada su formación en París se trasladó a Barcelona, donde llegó a jefe de Radiología vascular y abdominal del Hospital Universitario Vall d´Hebrón. La obra de Rius y la lealtad que en todo momento mostró al jefe del Departamento, el Dr. Luis Salvador, ayudaron mucho para situar a este ejemplar Instituto de Radiología a la cabeza de los europeos por sus propios médicos y por los muchos discípulos, luego desparramados por toda España, que proclamaban por doquier la categoría de sus maestros y del Hospital Vall d'Hebrón.
Docenas de ponencias y comunicaciones a congresos (imposible desgranar aquí los muchos a los que fue invitado) y docenas y docenas de publicaciones son buena prueba de la categoría alcanzada por su diligencia e inteligencia («la una sin la otra poco hacen; juntas pueden mucho», había proclamado Gracián). Asociar a José María Rius a una empresa era buen seguro para el éxito de la misma. Yo mismo, cuando fui encargado (1979) por los servicios centrales de la Seguridad Social para coordinar delicadas tareas de inspección del funcionamiento de un gran hospital madrileño, y lograr el trabajo conjunto de sus 4 Servicios de Radiodiagnóstico con estupendos jefes de Servicio, no dudé en atraer al Dr. Rius (y al Dr. Arduán, de Sevilla). Los conocimientos y la incansable laboriosidad de ambos (distintos, pero complementarios) contribuyeron al éxito de los fines propuestos sin molestar a nadie.
El maestro no sólo enseña cosas o datos; enseña, sobre todo, modos de actuación en el ejercicio de la Medicina Clínica o en investigación de la verdad a la que aspira. Rius, enamorado de la enseñanza con innatas condiciones de líder de escuela (arquetipo en España, con Pedrosa y pocos más, de la enseñanza de la Radiología), supo imbuir en sus discípulos modos no sólo intelectuales, sino virtudes morales: fe en el trabajo, laboriosidad, convicción en el esfuerzo, seguridad en sí mismo, dureza berroqueña ante la adversidad (su propia vida fue buen ejemplo): rasmia. Sí, rasmia entrañada en el temperamento, más aún que en el carácter (que participa de uno y otro), es todas estas cosas a un tiempo: robustez, empuje, acometividad, energía y decisión, con tesón para mantenerlos y garbo para realizarlos. En Aragón cuenta mucho. Rasmia se requiere para segar pronto y bien un campo de alfalfa, para llevar a cabo con decisión y rapidez un trabajo artesano, para lanzar bien la barra o para cantar una copla de ronda. Las mejores representaciones plásticas de la rasmia las tenemos en el famoso cuadro La jota bailada de Marín Bagüés o en El lanzador de barra, dibujo de Ángel Lalinde (portada del Heraldo de Aragón del extraordinario del día del Pilar de 1971). Conceptualmente puede ser elemento o factor necesario para ejecutar algún acto médico, como pueda serlo un cateterismo o un acto de radiología intervencionista, actividad de elite de algunos radiólogos. Todo esto lo enseñó el Dr. Rius, pero también parsimonia, ponderación, equilibrio, osadía cuando hiciere falta, incluso buen gusto para completar un trabajo. Por eso, los radiólogos formados en Can Rius, entre ellos varios de Zaragoza, Manuel Maynar, el primero que acudió a recibir sus enseñanzas, Julián Hilario, Luis Ros, Santiago Guelbenzu, Ginés Madrid (no aragonés, pero residente en nuestro hospital Miguel Servet, que más tarde marcharía a Cartagena) son, en sus virtudes radiológicas, fiel reflejo del maestro.
Resulta halagador para mí que Rius atesorase esta virtud, tradicionalmente tan aragonesa, de la rasmia. Como también otra, el no «reblar» ante ninguna dificultad o adversidad. Sólo la muerte pudo, tras 27 días de tenaz lucha, vencer al Dr. Rius el pasado día 13, el último Jueves Santo. La radiología aragonesa, como también la española, lo guardarán en su memoria.
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